martes, 2 de marzo de 2010

Mea Culpa...

Escribir es, en mi particular experiencia, una excelente terapia. Por esta vía logro cierto nivel de relax intelectual y consigo estructurar más fácilmente pensamientos e ideas sobre temas específicos. Además, escribiendo, puedo disipar las energías negativas que son consecuencia lógica de mi inconformidad con el actual devenir de nuestro país.

En esta oportunidad, mi terapia ocupacional me permite expresar rechazo a un cierto tipo de afirmaciones que se hacen muy comúnmente, a la ligera y como quien no quiere la cosa. Son de esas que de tanto escucharlas o leerlas, terminamos por aceptarlas como válidas cuando, en realidad, no lo son. Al menos no en todos los casos.

Las afirmaciones a las cuales me refiero, pueden ser empleadas para referir alguna supuesta característica poco virtuosa de algún gentilicio y pueden también conllevar, como elemento camuflado, un cierto reclamo dirigido a la ciudadanía. Estas expresiones, injustas por generalizantes y absurdas, adquieren una dimensión particularmente preocupante cuando son deliberadamente empleadas desde el Poder Público con fines de manipulación social, orientada a crear en la ciudadanía una indebida sensación de culpa por circunstancias que la afectan negativamente.

En estos tiempos es frecuente escuchar, de altos funcionarios públicos, dichos como éstos: “La seguridad es responsabilidad de todos”, la escasez de tal o cual producto se debe a “compras nerviosas”, “No derroches el agua”, “No malgastes la energía eléctrica”, etc. Nótese que las expresiones indicadas conllevan, de forma velada, un cierto reproche. A usted lo asaltan por que sale a la calle después de las 7 de la noche, es su culpa por imprudente; le roban su vehículo debido a que lo anda exhibiendo de manera descarada, recuerde: Es malo tener dinero para gastar en corotos innecesarios; no consigue leche o azúcar en los mercados por que compra demasiado, usted practica el derroche; no tiene agua ni luz por que malgasta furiosamente y, por eso, debe ser sancionado.

Cuán absurdo! En Venezuela los derechos de libre tránsito y a la seguridad personal están garantizados por la Constitución, al igual que el uso, goce y disfrute de los bienes que son de su propiedad. También está amparada constitucionalmente la libertad de comprar para su familia los alimentos que considere necesarios ó, según su real gusto, convenientes. Adicionalmente, debe tenerse presente que en nuestro país petrolero, los racionamientos de energía eléctrica solo son posibles gracias a la imprevisión y falta de gerencia de los responsables de la generación y distribución de este recurso y de quien los colocó en sus puestos, no son culpa de “El Niño”. Otros países de nuestra región, que carecen de los ingentes recursos que ha tenido Venezuela, no confrontan actualmente problemas de racionamiento eléctrico.

Es claro que la estrategia empleada por los funcionarios públicos cuyo trabajo es velar por que usted tenga seguridad personal, acceso a los alimentos que requiere su familia y a los servicios públicos básicos, es disimular su propia incompetencia diluyendo sus responsabilidades entre los ciudadanos que conformamos la sociedad a la cual deben atender. Así, el colectivo ciudadano queda condenado a servir como útil solvente en el cual se diluye la responsabilidad del funcionario, “servidor público” que, por cierto, ha sido contratado o designado por esa misma colectividad para lograr la solución de los problemas que la aquejan.

La mecánica de tan cínica y manipuladora estrategia es sencilla: Como son incapaces de resolver los problemas planteados, estos “servidores públicos” optan por endilgarnos a cada uno de nosotros, los ciudadanos comunes, una pequeña porción de la culpa por los problemas que se están confrontando. De esta manera, cada ciudadano, cada uno de nosotros, debe cargar con su mínima cuota parte de la responsabilidad. De pronto, sin darnos cuenta y como por arte de magia, terminamos aceptando que el problema padecido tiene su único origen en nuestra falta de conciencia, en nuestro alocado e irresponsable proceder, y hasta comentamos: “¡Cuánta razón tiene este funcionario público!” Tienen razón el Presidente, el Ministro, el Gobernador, el Alcalde, el administrador de justicia, el jefe policial, el director del instituto y pare usted de contar… Entonces, comenzamos a sentir remordimiento colectivo. La culpa es nuestra, debemos pagar las consecuencias. Golpes de pecho masivos… Mea Culpa.

Listo! El efecto buscado por el habilidoso “servidor público” a través de su manipulación discursiva se ha materializado. Culpa diluida, responsabilidad diluida. Somos tantos culpables que, en realidad, no hay culpable alguno; somos tantos responsables que no hay responsable alguno. Mucho menos el funcionario público, que ha sido designado por los ciudadanos para solucionar los problemas colectivos referidos. Claro! ¿Cómo va a cargar ese pobre señor “servidor público” con la responsabilidad de situaciones de las cuales somos tantos los culpables? ¡Sería injusto! El cumple con su deber: ¡Hacernos ver lo grave de nuestras faltas, de nuestros pecados!

Solo nos queda darnos golpes de pecho y expresar repetidamente: Mea Culpa, Mea Culpa, Mea Máxima Culpa….

¿Hasta cuándo vamos a seguir en éso?